La ansiedad, la angustía, el miedo y el estrés están más presentes en nuestras vidas ahora más que nunca y las herramientas para gestionarla de forma efectiva están a la orden del día. Los seres humanos somos esencialmente emocionales, no existe un momento del día en que no estamos experimentando alguna emoción. A partid del Covid, la población mundial esta experimentando altos niveles de ansiedad, continuamente. Las consecuencias de no administrar correctamente estas emociones pueden ser devastadoras para nosotros como individuos y como sociedad a largo plazo. El momento actual nos invita a desarrollar nuestra inteligencia emocional.

La función de la ansiedad es mantenernos alertos para intervenir desde la lucha o huida frente a los riesgos y amenazas. El proceso de la ansiedad comienza con el estímulo de un evento del mundo externo o se gatilla por nuestra propia mente al pensar sobre una amenaza, real o imaginada. La parte del cerebro que responde a esta situación estresante es la amígdala, científicos la llaman el centro emocional del cerebro.   La amígdala reacciona al estrés incrementando la producción de la proteína neuropsina, que a su vez provoca una reacción química en cadena, como es la producción del cortisol. La función principal del cortisol es asegurar que el cuerpo guarde energía suficiente en caso de una emergencia. Sin embargo, también provoca que el sistema inmunológico se “adormezca” con la intención de “ahorrar recursos” para dar una respuesta eficaz ante la amenaza.

 Sin duda, la ansiedad  es una emoción que nos ayuda a reaccionar frente las adversidades, sin embargo, cuando no es administrado correctamente, cuando sobre-dimensionamos la amenaza, cuando no desarrollamos los mecanismos para afrontar de forma distinta los desafíos y el cortisol se mantiene por periodos extendidos en el cuerpo, la ansiedad nos paraliza, nos enferma y nos incapacita.

En estos casos se puede desarrollar trastornos de ansiedad desde los más leves hasta los más graves que incluyen los ataques de pánico, el burn-out o estrés post traumático. Para lidiar con padecimientos leves y moderados de ansiedad, la meditación, el yoga, el tai-chi, como otras prácticas, son herramientas muy útiles, que demostran múltiples beneficios para la salud mental, emocional, espiritual incluso física. En este artículo, abordaremos los beneficios de la meditación.

Beneficios de la meditación para tratar la ansiedad

La meditación es un entrenamiento mental, en el que re-educamos a nuestro cerebro para reducir el ruído mental, lo que solemos llamar el “monkey mind” o “mente de mono”. Al bajar las revoluciones de la mente esto traduce en emociones y sensaciones de seguridad, tranquilidad y confianza. La idea es que nuestro cerebro genere nuevas connexiones neuronales, que en torno generen hábitos saludables en lo cotidiano y que reine un estado de paz y equilibrio entre la mente y el cuerpo.

En la actualidad son muchas las técnicas de meditación que se pueden encontrar, entre las más comunes y conocidas son las prácticas de yoga y el mindfulness. El yoga, por ejemplo, es considerado una práctica saludable que reduce considerablemente los niveles de estrés y ansiedad. A través de la meditación guiada y de los ejercicios respiratorios del yoga, como son los pranayamas, podemos reducir nuestros niveles de cortisol y relajar nuestro sistema nervioso y musculatorio. Los ejercicios aeróbicos del yoga junto a la respiración consciente, ayudan a regular los niveles de cortisol, siendo una excelente herramienta para las personas ansiosas.

Diversos estudios afirman que la meditación es una técnica favorable para regular nuestro sistema endocrino que se enfrenta diariamente a altos niveles de estrés y tensión. Además se ha comprobado que las personas que mantienen una práctica constante de meditación obtienen beneficios para su salud cardiovascular y logran gestionar de forma sana su ansiedad.

Con la meditación entrenamos nuestra reacción ante las dificultades y cultivamos la capacidad de concentrarnos de forma positiva antes los agentes e influencias externas. Esto nos permite comprender cuando la ansiedad nos alerta de peligros verdaderamente reales y cuando son solo pensamientos compulsivos y neuróticos que existente en nuestra imaginario.

A través de la meditación o mindfulness aprendemos a vivir con la atención puesta en el presente, el famoso aquí y ahora. En los casos de ansiedad, es una técnica que nos permite desarrollar habilidades fundamentales para gestionarla, al obligarnos de una forma consciente a conocer y  reconocer toda nuestra actividad mental, que hasta ahora habíamos desconocido u obviado. Es lo que llamamos activar el observador, que es esa capacidad de mirarnos a nosotros mismos, sin juicios y críticas. Desde este observador, podemos reconocer cuando nuestros pensamientos son de alta o baja calidad. Los pensamientos de baja calidad son aquellos que nos llevan a mirar el mundo y a nosotros mismos desde un lugar de poca compasión y empatía. Son pensamientos a menudo tóxicos y poco constructivos. En cambio pensamientos de alta calidad son aquellos que impulsan la resiliencia, que nutren la auto-estima y conllevan a la paz interior.

Con esa práctica nos entrenamos para el presente, quitándole el foco al pasado o al futuro. El ayer ya no existe y el mañana todavía no llega, lo que significa que lo único que es real e importante es el aquí y el ahora y cómo nos sentimos con esa realidad. Existe una famosa frase que dice:

“No puedo controlar lo que me pasa, pero está en mi decidir que hacer con lo que me pasa.”

Podemos descubrir a través de la meditación y el mindfulness como se desenvuelve en nuestra mente ese torbellino de emociones y pensamientos que nos generan ansiedad. Es un proceso de descubrimiento muy valioso  que con la práctica no llevará a la calma. Son técnicas que nos preparan para afrontar las situaciones estresantes con una actitud más serena.

Se ha comprobado mediante distintos estudios que la práctica continuada de la meditación influye directamente sobre el funcionamiento del centro de nuestras emociones en el cerebro, en la amígdala. Es decir la meditación no solo transforma la mente sino también el cerebro.

La amígdala de las personas asiduas a la meditación se conecta de mejor manera con la corteza prefrontal donde se regulan las emociones, y reacciona en menor medida a los estímulos negativos externos.

La meditación nos prepara para reconocer los primeros síntomas de la ansiedad y nos ofrece la posibilidad de no alimentar los pensamientos y sensaciones que la generan, enfocándonos en el presente de forma consciente. Es una herramienta por demás útil y valiosa que vale la pena probar para mejorar nuestra calidad de vida.

 

Margarita Pareja-Stoyell

* M.A. en Resolución de conflicto

* M.A. en Psicología Integral

* Coach Integral

margarita@beyond.ec

 

Photo by Cristian Newman

Sharing!